foto: Mariano Ibañez Heredia

Presentación

Alain Wolter: Diapasón de 8 cuerdas & Artsonicst

Artsonicst es una extensión tecnológica que hace sonar al Diapasón de 8 cuerdas con una amplitud que recuerda a unos cuencos de cuarzo, a un harmonium, al sho (órgano de boca chino), un sonido que emula a un coro de duduks, al canto armónico de la voz, a un juego de campanas, la sonoridad del paisaje que nos sobrecoge, la del trueno. Cuerdas que se ofrecen a la música con otra actitud, una que va más allá del lenguaje propio tradicional del instrumento y que transmiten sonoridades conectando personas y almas… a través de los oídos, del cuerpo, del momento.

Anécdotas

 
La primera anécdota que cuento es de mi niñez: en el colegio, me puse a afinar mi bandurria, estaba en una habitación sólo y había tranquilidad, girando una clavija y escuchando cómo los sonidos de dos cuerdas se ivan ‘juntando’, de pronto el sonido se volvió uno, y la cualidad que surgió de esta unidad me produjo un efecto instantaneo que me sorprendió. No pude entender que ocurrió, fue una sensación no sentida antes, además especialmente agradable, y no entendida en ese momento. Pero el recuerdo ha perdurado en mí, y ahora cuando retomo la experiencia, reconozco que fue un experimentar la ‘armonía’: fue una resonancia meditativa.


Las que siguen son anécdotas ocurridas en las veladas:


Una vidente entre el público, una vez acabada la velada, me dice: ‘he visto junto a ti a cuatro seres gigantes, todos de blanco, en caballos blancos, protegiéndote y protegiendo al mundo, muy grandes, un poder muy grande’.

Una señora en el público empieza a sentirse mareada, hasta que tiene que levantarse y salir. Al poco vuelve, se sienta y sigue escuchando en posición meditativa. Una vez completado el concierto comenta que ‘jamás en su vida se había relajado’, que siempre estaba nerviosa y que con la música le había bajado totalmente la tensión. Declaró haber vivido una nueva experiencia totalmente reveladora para ella.

Un matrimonio entre el público, después de un rato la mujer se va, al poco vuelve a decirle al marido que se vaya con ella y éste dice que se queda. Así tres veces hasta que a la cuarta el marido sale con ella. Al poco el hombre vuelve solo y se sienta de nuevo a escuchar.

Tocando para una sesión de yoga nidra, una de las participantes sufrió especialmente con un tema que va sobre una base de sonido de viento, pues resultó que vivía en Tarifa, Cádiz, ciudad donde el viento es casi continuo y muy fuerte y el sonido la hizo transportarse a la angustia cotidiana que muchos de los habitantes de dicha ciudad padecen.

Mientras toco en un stand de masajes en un congreso, un saxofonista que está en la camilla recibiendo un masaje me escucha, y después me dice y pregunta, ‘suena bien lo que tocas ¿qué armonías usas?’.

Me pongo a tocar, introduciendo el comienzo de la sesión, y una señora en primera fila, saca su teléfono movil y hace una llamada y se pone a hablar… un buen ratito.

Una mujer, al terminar el concierto dice: ‘la música es imprescindible’.

“me he dado un paseo por el cosmos…”

En la Asociación Avatar en San Fernando, Cádiz, me encuentro con Natividad, la mujer que lleva el centro, una persona que es un tesoro para esa ciudad. Entre otras cosas, Natividad había preparado previamente a las personas que iban a asistir a la Velada de Música Meditativa para ‘escuchar’, trabajando con ellos con el sonido y con la relación con éste, incluyendo la receptividad a la disonancia. Desde ese ángulo, se le puede llamar el ‘yoga del sonido’; al igual que el yoga trabaja el estiramiento y el aguantar ‘cada vez un poquito más’, para crecer en resistencia, en flexibilidad, en conocimiento y en salud.

Una mujer una vez completada la velada se me acerca y pregunta;
-       ¿los temas tienen título?
-       si,
-       como no los dice usted, ¿quizá para no interrumpir la meditación?
-       precisamente por eso,
-       es que yo no entiendo.
… pero sin ‘entender’ supo perfectamente contestarse ella misma sus preguntas.


Un error de acorde y lo que era un pasaje melódico se convirtió en una disonancia, entre el público un niño de dos años al que no se le había oído hasta entonces gritó diciento ¡nooooo! 

Dos visiones distintas de un mismo concierto:

Una oyente comentando su experiencia positiva en la velada dice que "se percibía la presencia de sonidos de la naturaleza, aunque no se escuchasen".

Al día siguiente, hablando con un amigo en un bar, suena un trueno, atronador, y mi amigo dice 'es como esos sonidos que hacías ayer, que te llevan a la muerte, a esos sonidos que no no sabemos si se escucharan o no pero que te trasladan a ultratumba'.

Un amigo que es profesional del video y de la fotografía y además artista creador en estos medios quedó maravillado por un tema de música meditativa y se ofreció a ponerle imágenes. Poniéndose manos a la obra hizo primero nueve escuchas consecutivas del tema para tomar inspiración del tipo de imágenes que podría utilizar. Al final tuvo una experiencia tan íntima e interior con esa pieza musical, tan profunda, que se encontró con que era incapaz de ponerle imágenes, que la música va más allá de lo visual, y nos quedamos sin video.

 Algunos días después de un evento de Música Meditativa con instalación de video me llegó de segundas un comentario de un oyente; éste le había manifestado a mi compañero de video que nuestra performance había tenido una profundidad que va mucho más allá de lo que se encuentra en el estilo 'Trance'; este oyente es un seguidor de dicho estilo. Pero argumentó que al no ser yo un 'miembro' de dicho estilo él no me nombraria ante sus compañeros fans del Trance, pues no soy del 'club'. ¿Cómo es posible este nivel de cerramiento? En una cultura libre, si algo es bueno es reconocido y compartido, más allá de etiquetas y conveniencias; es así como la cultura se desarrolla. Me gustaría que esta persona lo dijese abiertamente por todas partes ¡claro!

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